Hablar mal de otras personas no nos hace más grandes, todo lo contrario, nos empequeñece. Cuando lanzamos palabras dañinas, nos estamos despojando de nuestra propia dignidad. Es como si nos quitáramos una prenda de ropa en público, dejando al descubierto nuestras debilidades y miedos. No, no ganamos nada con el chisme y la crítica. Tratémonos con el mismo respeto que esperamos recibir de los demás. Es como un eco en la montaña; lo que lanzas al universo, vuelve a ti. Entonces, ¿por qué no enviar respeto, bondad y amor? Así, eso es lo que regresará a nuestras vidas. No olvides que cada vez que te respetas a ti misma, estás mostrando al mundo cómo debe tratarte.
Juro al sol y a la luna brillante,
no hablar mal de aquel ausente,
ser digna, en mi voz constante,
una mujer buena, presente.
Con respeto, me verás andar,
en cada paso, mi promesa eterna,
ser mejor, en el trato, en el amar,
en cada gesto, en cada jornada tierna.
No importa lo que el viento traiga,
ni las tempestades de la vida,
mi palabra, como roca, no caiga,
seré de la bondad, siempre servida.
Hoy me propongo, en verso y en prosa,
no maltratar con mi lengua, poderosa,
seré luz, seré rosa,
para la humanidad, una mujer hermosa.