Durante demasiado tiempo, creí que el perdón constante era un signo de mi fortaleza. Que soportar mal tras mal, decepción tras decepción, me hacía noble. Pero aquí está la verdad que he aprendido - decidir no perdonar no es ser mala, es simplemente cuidar de nosotras mismas. Es darme cuenta de mi valía, y entender que merezco el mismo respeto, lealtad y cuidado que doy tan libremente. No soy un objeto para ser tomado por sentado. No soy una máquina, programada para pasar por alto y perdonar. Soy una mujer, fuerte y resiliente, y es hora de que me ame lo suficiente para exigir el respeto que merezco.
A la luna he gritado, sin cesar he perdonado,
cada error, cada falla, en mi alma se ha clavado.
Soy mujer, fuerte y valiente, no un barco abandonado,
mi bondad no es debilidad, eso ya lo he constatado.
Decidir no perdonar no es ser mala, es cuidado,
es amarme a mí misma, en cada paso, cada tramo.
No más lágrimas en vano, no más ser pisoteado,
es mi tiempo, mi momento, en mi vida mando yo.