"Cuando entregamos nuestros corazones a Dios, nos convertimos en faros de esperanza, guiando a otros a través de los mares tormentosos de la vida." © Shoshan
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Al entregar nuestros corazones a Dios, nos volvemos faros de esperanza, guiando a otros en las tormentas de la vida. Nuestra fe se convierte en un refugio, y al irradiar amor divino, damos fuerza y dirección a las almas cansadas. Unidos en bondad y compasión, formamos una comunidad de creyentes que se sostiene mutuamente, inspirando a otros a encontrar la luz de Dios y navegando juntos hacia la paz eterna.
Oh, Señor bondadoso, a ti te imploro,
toma mi corazón y sé mi tesoro,
deseo ser un faro de esperanza,
una luz brillante, que a otros alcanza.
En mares bravos y tempestades,
donde el temor y dudas son realidades,
ofrezco mi corazón, mi alma, mi ser,
para ser tu vasija, tu voluntad hacer.
Con tu gracia, iluminaré,
los caminos oscuros que la vida trae,
para cada alma perdida y cansada,
seré la luz que guíe a casa, esperanzada.
Oh, Padre amoroso, hazme radiante,
reflejo de tu luz, eterna y constante,
para consolar a quienes sienten desazón,
y mostrarles, Señor, tu tierno amor.
Por costas rocosas y olas quebrantes,
los guiaré con seguridad, con tus dones amantes,
en cada prueba, en cada conflicto,
los llevaré a tu regalo de vida, benéfico.
Entonces, toma mi corazón, mi amor, mi ruego,
moldea en mí, Señor, a tu devoto ciego,
un faro de esperanza, con amor encendido,
guiando a otros por el laberinto de la vida, compartido.
© Shoshan
"Cuando entregamos nuestros corazones a Dios, nos convertimos en faros de esperanza, guiando a otros a través de los mares tormentosos de la vida." © Shoshan