En mi infancia, Halloween fue muy confuso para mí. Durante toda la vida, mis padres me decían que nunca debía aceptar caramelos de gente desconocida. Pero un día al año me disfrazaban y me decían que fuese a pedir caramelos. Yo no sabía qué hacer. Llamaba a la puerta de las casas: “¿Truco o trato…?” “No gracias”.