Dentro de las vicisitudes que la vida me ha dado, está el saber y reconocer que el corazón lo tengo impregnado de fe: de fe a la vida, al amor, y sobre todo de fe en Dios, que nunca me ha soltado de su mano. ¡Es increíble lo maravilloso que es tener esa fe arraigada en el corazón! Sigue leyendo en:
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